Jane.
Llueve en el exterior. Es una de esas noches de tormenta donde el
frio y el sonido de la lluvia hacen que te quedes en casa viendo la
televisión u ojeando alguna revista interesante. La doctora Jane
Marshall se encuentra en el viejo escritorio de madera que hay en su
habitación, lleva apenas unas horas en el nuevo centro, ya se ha
instalado y ha comenzado a ojear los expedientes de sus pacientes.
Juguetea con el lápiz que tiene entre los dedos de su mano derecha
mientras va pasando hoja a hoja los informes. Ninguno le ha llamado
excepcionalmente la atención, todos son pacientes tal y como ha
tenido en anteriormente. Antes de partir hasta tal institución le
habían advertido que no era un lugar fácil, que los pacientes
tenían algo especial que no tenían cualquier otra persona internada
en cualquier otro sanatorio. Habían de todo, asesinos, violadores,
esquizofrenicos e incluso gente que con anterioridad habían sido
grandes personas y que en algún momento de sus vidas perdieron la
cabeza completamente, no era la primera vez que se encontraba con
casos así era por eso no se sorprendía. Ya había tratado con tales
personas.
Mira el reloj y comprueba que es más de media noche, bosteza y se
restriega los ojos, esta cansada, ha sido un largo viaje y apenas ha
podido descansar en el. Mañana se incorporaría a las labores como
psiquiatra en la institución, va a ganar bastante dinero en un pocos
meses y eso es lo que más le interesa del asunto, lo necesita,
necesita hacer esto por su bien y por el bien de ese pequeño hijo
que ha dejado atrás, al cual no podrá ver en estos meses pero él
sabe que su madre esta haciendo esto por el bien de ambos.
Guarda los informes en la carpeta de color marrón que le han
entregado donde se puede observar la insignia del hospital. Dos
lanzas alzadas y justo en el medio una figura que parece ser un
ángel, justo abajo se puede ver una inscripción en latín “Spes
est quae opus sunt nobis” Ella no sabe mucho de latín pero
entiende aquello; “Esperanza es lo que necesitamos”,
sonríe al volver a leerlo pues en cierto modo ella también es lo
que necesita; esperanza.
La habitación que le han brindado no es demasiado grande, tampoco
necesita mucho más, se conforma con aquello. El suelo es de madera,
algo destartalada por la antigüedad que presenta pero aun así es un
bonito suelo, las paredes son de piedra, ni siquiera están pintadas,
se nota que el edificio no ha sido re-modelado, al menos no
recientemente. La cama es bastante amplia para lo menuda que es ella
físicamente. No es muy alta pero tampoco es muy bajita, no pesa
mucho con lo cual tendrá una gran cama para ella sola, toda una
novedad pues había estado compartiendo su cama los últimos años
con su hijo, no podían permitirse comprar otra cama para el muchacho
así que ambos dormían juntos.
También hay un pequeño tocador con un espejo y un enorme armario.
Mucho más grande que toda la ropa que ha traído en su maleta y que
todavía esta por deshacer, siempre le ha parecido aburrido eso de
tener que ir colocando todo pero tampoco puede seguir toda la ropa
empacada, se supone que en algún momento encontrará las ganas
suficientes como para deshacerla.
En la habitación también hay un ventanal enorme. Jane se acerca
para echar un vistazo a la lluvia, los cristales están empañados de
gotas de agua, llueve fuerte, como no lo había visto hacer en mucho
tiempo. Ella es de Nueva York y a pesar de estar acostumbrada a los
otoños lluviosos no había visto una tormenta de tal manera en años.
Es otoño, ultima semana de Noviembre, sabe que no le espera muy buen
tiempo en los tres meses que va a estar trabajando en ese lugar pero
no le importa, no ha ido a pasar unas vacaciones; ha ido a trabajar.
Observa tras el cristal el contorno de lo que parece ser el edificio
contiguo al que se encuentra la doctora. La oscuridad de la noche no
le deja ver con claridad pero se figura que es allí donde están los
pacientes ingresados. Donde se encuentra ella es un pequeño edificio
aparte, otros doctores y demás personal de el lugar duermen en el
mismo lugar donde se hospeda, es algo así como el pabellón de los
interinos, tienen sus habitaciones, una biblioteca, varias salas
donde relajarse e incluso servicio de comida diferente al de los
pacientes. No ha tenido tiempo de conocer a nadie exceptuando al
conserje, Barry se llama, un hombre alto, Jane juraría que llega a
los dos metros de altura, pelo largo, oscuro y descuidado, tiene la
mandíbula algo desencajada y una enorme nariz puntiaguda, lo que se
dice un hombre poco agraciado pero había sido el único que le había
dado la bienvenida hasta ahora, el único que le había guiado hasta
su habitación. Está nerviosa, siempre se ha llevado bien con sus
anteriores compañeros de profesión pero esta vez va a ser diferente
y ella lo sabe, va a compartir casi veinticuatro horas del día con
ellos y de alguna manera sabe que va a crear un fuerte vinculo con
todos, más le vale llevarse bien con todos ellos.
El fulgor de un relámpago apunto de convertirse en trueno invade la
estancia, la luz de la habitación parece irse por unos segundos,
rápidamente vuelve y Jane alza la vista. Es una lampara de esas que
se cuelgan en el techo, parece bastante anticuada, en realidad todo
lo que le rodea parece que no ha sido utilizado en años, le fascina
al igual que le inquieta por partes iguales.
Tras estar deambulando por la habitación, de un lado a otro,
pensando en como seria el día de mañana, decide marcharse a dormir,
las siguientes horas iban a ser muy largas así que necesitaba estar
descansada.
Se acerca a la maleta rebuscando entre el montón de ropa su pijama,
piensa que ha traído más ropa que la necesaria. Al fin y al cabo
solo serán tres meses, puede lavar la ropa preferida y habrá mucha
que ni siquiera utilice, pero siempre ha sido así, es una mujer
previsible. Mientras rebusca encuentra una caja de madera, sabe lo
que hay en el interior pero no ve necesario abrirla y espera que
tampoco sea necesario hacerlo durante los tres meses que le vienen
por delante, será mejor de tal manera, la vuelve a dejar entre el
montón de ropa.
Entre los truenos del exterior y el tintineante ruido de las gotas al
impactar contra el cristal de la ventana parece imposible que se
pudiese escuchar algún otro ruido en la habitación, sin embargo se
escucha. Oye un grito, pero no un grito normal, un grito algo
extraño, apagado, un grito ahogado. Procede de algún lugar tras las
paredes de la estancia, para ser más exactos Jane escucha aquel
sonido justo en la pared que hay detrás del tocador y su enorme
espejo.
La doctora se queda unos segundos casi embobada, pensando quien
estaría gritando a esas horas, un paciente se había dicho pero era
imposible puesto que los pacientes estaban ingresados en el otro
edificio, debía ser alguien de dentro, uno de los trabajadores.
Curiosa se acerca hasta la pared en cuestión, posa una mano sobre el
rocoso muro y con lentitud acerca su oído, intentando escuchar con
más claridad lo que fuese que estuviese ocurriendo en la habitación
contigua que era de donde parecía provenir el sonido.
De pronto algo hace sobresaltar a Jane. Un estruendoso ruido invade
la habitación y del susto que se lleva por el sopetón casi cae al
suelo de culo, no lo hace por que aguanta el equilibrio pero se ha
asustado y bastante, una irritante canción no deja de sonar a todo
volumen, como si alguien la hubiese puesto en algún lado a
propósito.
“Lollipop
lollipop oh lolli lolli lolli lollipop lollipop.....
"
Se percata que el sonido entra directamente hacia el cuarto desde
detras de la puerta que comunica con el largo y oscuro pasillo por el
que habia venido antes de encerrarse en su cuarto y empezar a revisar
los informes. Abre la puerta con algo de brusquedad, exahusta, sin
entender por que demonios aquellas horas de la noche estaba
sonando aquella música inquietante tan fuerte, sin ningún
miramiento por si alguien estaba ya durmiendo.
“Call
my baby lollipop tell you why his kiss is sweeter than an apple pie
and when he does his shaky rockin' dance man, i haven't got a chance
I call him lollipop lollipop oh lolli lolli lolli lollipop
lollipop..... “
El pasillo esta
totalmente oscuro. Solo es iluminado por la luz de la habitación y
por el destello de los relámpagos que se cuelan por los ventanales.
Jane mira de un lado a otro, intentando buscar a alguien que también
hubiese salido al corredor molesto por el sonido de la música pero
parece que nadie lo hace, era extraño, como si solo ella escuchase
la música. Echa a caminar para intentar encontrar a alguien, aquello
debía tener una explicación lógica, la música seguía sonando sin
cesar, saliendo directamente de los anticuados altavoces colgados en
las esquinas rocosas del emparedado
pasillo.
“Sweeter
than candy on a stick huckleberry, chimry or lime if you had a choice
he'd be your pick but lollipop is mine, Lollipop lollipop oh lolli
lolli lolli lollipop lollipop..... “
Cuando parece que ya es imposible que atice cualquier rastro de un
ser humano en medio de aquel enorme jaleo le parece ver a una figura
femenina al final del pasillo. Hace gestos con las manos e incluso
alza la voz pero esta sigue ahí parada, es pequeña, poco se puede
apreciar aparte de que lo que parece una enorme sombra, es probable
que sea una niña, extraño sabiendo que no habían pacientes menores
de edad en el recinto. Acelera sus pasos y es con la luz producida
por otro relámpago cuando puede visualizar por cortisimos
mili-segundos como era aquella extraña figura oculta entre las
sombras.
“Crazy
way he thrills me tell you why just like a lightning from the sky he
loves to kiss me till i can't see straight gee, my lollipop is great
I call him...”
Se trataba de una niña. De unos siete u ocho años, quizás más.
Tiene el cabello rubio y bastante largo, algo descuidado y porta un
camisón blanco, esta sucio y bastante desgastado, como si se tratase
de una paciente más del sanatorio. Jane sabia que no, allí no
habían niños. Acelera más el paso y justo cuando esta a menos de
diez pasos de alcanzarla esta tuerce en el pasillo y se adentra en el
corredor continuo.
Jane ya está corriendo, la música sigue pero su única
preocupación en aquel momento era cazar aquella pequeña niñita.
“Lollipop
lollipop oh lolli lolli lolli lollipop lollipop.....
“
Tuerce por el mismo pasillo donde se había adentrado la pequeña
segundos antes y para sorpresa de la doctora la música se esfuma de
repente y las luces se encienden, haciendo desaparecer por completo
la oscuridad que reinaba en aquellos enormes y escalofriantes
pasillos. Con la luz encendida aquello ya parecía otra cosa pero no
había rastro de la pequeña, había desaparecido por completo.
Se voltea para regresar y el corazón le da un vuelco enorme, por si
fuesen pocas las sorpresas y sustos que se estaba llevando aquella
noche aun le quedaba una más. Frente a ella hay un enorme hombre,
jorobado y de cabello largo y rizado, se trata de Barry, el conserje
que con una linterna en la mano esta frente a ella, al percatarse que
la luz ha vuelto este apaga la linterna pero sigue ahí, estático,
mirando fijamente con aquella mirada algo perturbada a la doctora que
sin duda era muchísimo más baja que aquel pedazo de hombre.
—¿Inquieta en su primera noche? —
Pregunta, abriendo la boca y mostrando toda su amarillenta y uniforme
dentadura, intenta formar una sonrisa en su rostro pero no lo
consigue, solo consigue hacer una mueca extraña.
—La música me hizo salir de mi cuarto, no
había luz y vi a una niña...
—¿Música a estas horas? Me temo que no,
debe haberlo imaginado. La luz se suele ir con constancia cuando
llueve con esta intensidad, vivimos en la montaña recuérdelo y me
temo que eso de una niña también lo ha tenido que imaginar, no
tenemos pabellón para mocosos, tiempo atrás lo hubo pero fueron
todos trasladados hace más de veinte años a la ciudad.
—¿Que me lo he imaginado? — Pregunta Jane
algo indignada, se gira sobre si misma y señala por donde le había
parecido que la niña a la que estaba persiguiendo se había
esfumado.
—Vuelva a la cama, descanse, no le estoy
llamando mentirosa solo sé que la mente aveces juega una mala
pasada, sobretodo en este lugar, créame.
—¿Es usted doctor además de conserje? —
Dice Jane, recalcando de alguna manera de que el es un mero conserje
y ella es algo más, no le gusta que le haya dicho que se había
imaginado aquello, la música, aquella niña...había sido real y
ella lo sabia.
—No. En absoluto — Responde Barry —. Pero
llevo viviendo en esta colina desde que era un criajo, sé lo que hay
entre estas rocosas paredes y lo que no hay.
—Yo también sé lo que he visto.
—¿Entonces? ¿Quiere que sigamos toda la
noche aquí discutiendo que es lo que ha visto?.
—Claro que no. Mañana será un día largo...
—Así es. Solo me queda desearle que pase una
buena noche, espero que realmente no encuentre nada más que pueda
perturbar su sueño.
—Yo también lo espero.
Jane intenta sonreír, sin embargo no lo
consigue. Siempre ha sido mala disimulando sus sentimientos y en ese
momento no le sale para nada sonreír al grandullón de Barry, el
conserje.
Este asiente con la cabeza varias veces. Jane
se gira sobre sus propios pasos y vuelve directa hacía su
habitación, observando por el rabillo del ojo como el gran hombre
todavía seguía postrado en la otra punta del pasillo, contemplando,
asegurándose que Jane volvía a su cuarto tal y como le había
dicho.
—Doctora...
La voz del hombre hace que se voltee para ver
que es lo que quiere. Él tarda unos segundos en decir lo que tiene
que decir.
—Este es un sitio especial, realmente
especial, no se abrume por todo lo que ve, escuche o sienta. Con el
tiempo se dará cuenta que todo es posible en este lugar.
Jane asiente con la cabeza algo confusa.
¿Le estaba confirmando indirectamente que la
visión de aquella niña y aquella inquietante música habían sido
por lo tanto real? ¿Por que le había negado hacía unos escasos
segundos la existencia de aquellos dos hechos?.
Barry sonríe. Otra vez aquella inquietante
sonrisa en aquel rostro totalmente sobrecogedor.
La doctora se adentra en sus aposentos, no
antes sin asegurarse que el conserje finalmente continua con su ronda
de vigilancia y se marcha de aquel pasillo. Cierra la puerta de
madera tras ella con rapidez, está algo nerviosa, el lugar, la
situación, la música y aquel inquietante conserje le habían puesto
los nervios de punta por unos segundos, habían hecho que perdiese el
control por completo. Y si de algo se puede sentir orgullosa Jane
Marshall es de que siempre tiene todo controlado en cada momento; esa
vez había sido la excepción.
Se hace con su pijama por fin. Entre sus cosas
encuentra con una foto de su hijo, se queda embobada mirando aquel
trozo de papel por unos largos minutos con nostalgia. No hace nada
que le ha dejado y ya le está echando en falta. Se prepara para
dormir, deja la foto sobre la mesita de madera de la parte derecha de
la cama, apaga la luz y su mirada se pierde en la profunda oscuridad
del rocoso techo mientras queda totalmente tendida sobre la gran
cama.
La lluvia parece que poco a poco va amainando.
Entre la oscuridad del techo le parece ver
algunos dibujos. No puede apreciar con claridad si verdaderamente se
tratan de pinturas. No le pareció ver ninguno cuando la luz estaba
encendida pero demasiadas malas jugadas le ha pasado su mente en las
ultimas horas como para ahora volverse a comer la cabeza por aquello.
No lo va hacer, ahora toca descansar y ella lo
sabe. A pesar de que la idea de encender la luz y comprobar que era
aquello se le había pasado por la mente. Le cuesta conciliar el
suelo, extraña su cama, extraña a su pequeño junto a ella, la
visión de aquella niña rubia se repite una y otra vez en su mente y
es prácticamente imposible conseguir que su cabeza quede
completamente en blanco. Finalmente decide ponerse a contar ovejitas,
como si de una niña pequeña se tratase, no le queda de otra.
Una ovejita...
Dos ovejitas...
Tres ovejitas...
Cuatro ovejitas...
Cinco ovejitas...
Antes de la sexta se queda completamente
dormida.